Sin trabajo por el virus, aprieta el hambre entre migrantes latinoamericanos en París
Anastasia Rubio no despega la mirada de su celular. «Aquí a la derecha», indica al conductor, que se adentra con un camión rebosante de víveres en una calle de París. En la esquina, una familia de colombianos que «perdió todo» por el coronavirus espera impaciente.
Internacionales, 30 de mayo de 2020 (ND58).- «¡Muchas gracias! ¡Dios les bendiga!», les dice aliviada Laura González, mientras recibe con una sonrisa de oreja a oreja un cartón con comida para tres días. Hace poco más de dos meses esta madre de familia, de 20 años, trabajaba limpiando casas, pero debido al covid-19 se quedó sin empleo.
«Las familias no quieren que vaya si voy en metro, me dijeron que puedo ir si tengo otro medio de transporte, pero no tenemos», suspira. Su esposo, que trabaja en la construcción, corrió la misma suerte y desde que se flexibilizó la cuarentena en Francia el 11 de mayo casi no ha trabajado.
Como ellos, muchos latinoamericanos indocumentados, de los que una gran mayoría trabaja de forma informal en el sector de la construcción, la agricultura, la hostelería o los servicios a las personas, se quedaron sin ingresos debido a la pandemia y, a pesar del regreso paulatino a la normalidad, no todos han recuperado su actividad profesional.
«Hemos recibido mensajes de más de 300 familias que nos piden ayuda», afirma a la AFP Anastasia Rubio, cofundadora de Link Aid, una asociación creada por un grupo de colombianos para ayudar a otros latinoamericanos que están pasando hambre.
«Meses de angustia»
La familia de Laura González comparte un pequeño apartamento de una sola pieza, separado en tres espacios por cortinas, con los padres y el hermano de ella. Ninguno tiene papeles en regla ni trabajo fijo. «Han sido meses de angustia constante, no tener para comer ni para pagar el arriendo», cuenta esta joven, con su bebé de seis meses en brazos.
Al hambre se suma el miedo a ser expulsados de su vivienda ya que acumulan tres meses atrasados de arriendo. «Por el momento el dueño nos deja pagar por cuotas pero ¿hasta cuándo?», se pregunta esta mujer de cabello azabache y piel morena encogiéndose de hombros.
«Estas familias ya tenían muchas dificultades antes del confinamiento, pero ahora su situación se ha agravado», añade Carolina Franco, otra de las promotoras del colectivo.
A través de campañas para recolectar dinero en las redes sociales o convenios con empresas o restaurantes que les ceden sus excedentes, han logrado distribuir alimentos o cupones de 50 euros (55 dólares) para gastar en supermercados a unas 700 personas en París y su periferia. Francia, con más de 28.000 muertos por el nuevo coronavirus, es uno de los países más golpeados de Europa en esta pandemia.
La mayoría de familias que se han beneficiado de la ayuda de Link Aid son colombianas, pero hay también venezolanas, peruanas, dominicanas, guatemaltecas o ecuatorianas.
«Si no hay trabajo, no hay qué comer»
Tras la primera parada, el camión de 13m3, prestado por una empresa, sigue su camino hasta la siguiente familia, bajo un sol abrasador, atípico en París en esta época del año. Las entregas se hacen casa por casa, dos veces por semana, con la ayuda de 25 voluntarios que van rotando.
En Joinville, un suburbio al este de París, vive la familia Quintero en el décimo piso de un modesto edificio de fachada blanca. Cuentan tener dificultades para alimentar a los ocho miembros de la familia desde el confinamiento.
«Mi mamá cuidaba a dos niños en París, pero durante la cuarentena no necesitaron de ella. Y si no hay trabajo no hay qué comer», resume Valentina, una muchacha de 20 años, que, pese a las dificultades, no pierde la sonrisa.
En cambio, la sonrisa se esfuma del rostro de Karina R., una peruana de 40 años, al relatar la «pesadilla» que ha vivido en los últimos meses.
La mujer lleva dos semanas buscando trabajo desesperadamente. «Cuidando niños, ancianos, haciendo aseo… Lo que salga», señala, con la voz entrecortada.
«La vida ha sido muy dura con nosotros», lamenta esta madre soltera, que vino a Francia en busca de «un futuro mejor» para sus hijos de 6 y 4 años.
Fuente: AFP
Edición: Villasmil, Henry
Gráficas: AFP