«No la estuviese contando»: venezolana en España tras automedicarse contra el COVID-19

Para la doctora Mary Prieto «lo peor ha sido la incertidumbre de no saber cuáles secuelas ha dejado en ti. Ni siquiera, saber si tu inmunidad existe».
Maracaibo, Zulia, Venezuela, 17 de mayo de 2020 (ND58)- La médica venezolana Mary Carmen Prieto Franchi, quien se recupera del nuevo coronavirus, dijo: «fui atendida de manera distante y con un interrogatorio muy básico».
Desconoce cuándo se enfermó. Solo recuerda que el 24 de marzo de 2020 acudió al médico, «al ambulatorio correspondiente, por obedecer protocolos de atención contra COVID-19».
Desde su aislamiento, en Madrid, España, donde se infectó, esta especialista en Obstetricia y Ginecología, de 50 años de edad, aseguró que confió en sus conocimientos, decidió automedicarse.
«Al doctor le comenté que tenía un cuadro respiratorio alto, como en otras ocasiones, había tenido fiebre; dije que tenía ruidos en la laringe, comunes en laringotraqueítis. Pedí, por favor, me auscultara el cuello. Previamente, me había identificado como médico», expuso en entrevista con Noticias Digital 58.
No obstante, «ignoró mi comentario. Tengo casi 25 años ejerciendo la medicina general, casi 20 como especialista en Obstetricia y Ginecología, me había asustado antes de salir de casa. No tenía ruidos respiratorios en pulmones, excepto roncus, considerados no graves. El médico solo revisó pulmones».
Sostuvo: «(…) me practicaron un RX (radiografía) de tórax, según la cual tenía una neumonía a focos múltiples, en ambos pulmones. En esa interpretación, tardaron casi dos horas: fue remitida por vía telemática para que fuese interpretada» por algún experto.
«El médico decidió referirme al hospital que me correspondía, por mi área de residencia. Fui atendida pero mi experiencia fue de insatisfacción, desde el primer momento. Acudí al ambulatorio caminando, porque se encuentra muy cerca de mi casa. Igualmente, al salir al hospital lo hice en colectivo, como la mayoría de las personas en esta ciudad.
Subí a un autobús. Luego, al metro y, después, a otro autobús que lleva al hospital», relató.
La demora aumentó su intranquilidad, trasladarse de un lado otro resultó conflictivo. «Un trayecto que, en carro es de apróximadamente 15 minutos, se convierte en 45 minutos o más, entre uno y otro medio de transporte. Llegué al hospital cerca de las 10:15 de la noche. Mientras me dieron turno y brazalete en admisión, para ser atendida, pasó al menos media hora. Al llegar al consultorio un enfermero me señaló que no podían atenderme, porque no había cupo. El hospital estaba colapsado por pacientes con COVID-19, envió a dirigirme otro hospital», narró.
«Entonces, pregunté a la persona que me había atendido, cómo hacía para dirigirme a otro hospital, si andaba en colectivo. Para llegar al hospital necesito mínimo hora y media. No hay taxis, autobuses o metro disponibles por restricciones», crisis sanitaria.
«No sabía qué decirme, solo respondió ir a otro hospital. Eran las 11 de la noche, seguía en crisis. Aún debía esperar de vuelta el autobús, que me llevaría desde el hospital hasta la estación de metro, transcurrió media hora más. Mientras, pensaba qué hacer: el metro cerraba a las 12 y las rutas de colectivos, metro, se vuelven lentas: me decidí, regresé a casa», manifestó.
Optó por separarse de su hijo. «Lo envié a otra habitación e hice lo que hubiese hecho cualquier médico venezolano en una situación como esta: saqué mi aparato para terapias respiratorias, lo tenía guardado en el fondo de un cajón del closet, y los líquidos para nebulización, siempre prevenida, después de dos noches de fiebre, insomnio, tos».

Logró conciliar el sueño, comenzó a ver la luz en el túnel. «Al terminar el ciclo de tres terapias, esteroides tomados que tenemos como protocolo en Venezuela, dormí tranquila: la crisis había pasado. Me levanté en la mañana, fui al ambulatorio nuevamente, para ser reevaluada, y no me dejaron entrar. Me dijeron que tenía una referencia y debía ir al hospital. Respondí: mi crisis ha pasado. El comentario, de la persona a las puertas del ambulatorio, fue «vaya al hospital»», destacó.
Prosiguió: «me fui allá. Luego de 10 horas, ver las mismas 60 caras, en la sala de espera, y escuchar repetidas veces ‘tiene una neumonía, hay que ingresarlo’, me lo dijeron también a mí».
A diferencia del resto, está más expuesta por laborar en el área de la salud. «Trabajo en el ambiente sanitario, siempre tienes una gran probabilidad de contagio cuando se trata de una enfermedad epidémica. Pensamos que cumpliendo todas las normas de bioseguridad es suficiente para mantenerte seguro. Cuando existen fallas institucionales, por la misma ignorancia acerca del agente que nos está afectando, las consecuencias están a la vista», alegó.
Venezolana en España «con bolas»
Dado lo vivido, se rehusaba a internarse en el nosocomio.
«Manifesté que no estaba conforme con ser ingresada, no tenía síntomas, mi crisis había pasado. Me identifiqué como médico, solicité explicación, criterios de ingreso, en mi caso». Igualmente, exigió ver sus exámenes.
Sin tomar respiro, siguió: «la primera de los médicos se negó. Entonces, manifesté que redactaría una queja escrita, estaban siendo violentados mis derechos como paciente. Apróximadamente quince minutos después, aparecieron otras dos médicas que, amablemente, me dieron una copia de mis exámenes, evaluando que el tratamiento para COVID-19 está disponible en hospitales, decidí ser ingresada».
Durante hospitalización, buscó la forma de conciliar con sus colegas, no tuvo éxito. «Siete días después, en las mismas condiciones de estabilidad en las que me encontraba y con variaciones mínimas en mi laboratorio, fui egresada con tratamiento para la casa», enfatizó.
«Me practicaron dos pruebas rápidas, dieron negativas, contradiciendo los síntomas que presenté: determinantes en el diagnóstico clínico de COVID-19, sin la extrema gravedad de otros casos menos afortunados».
Su estadía en el centro de salud duró siete días. «(..) recibí el tratamiento que, en ese momento, se estaba aplicando por experiencia en los hospitales de otros países: Hidroxicloroquina, Kaletra, una combinación de antivirales Lopinavir, Ritonavir, Azitromicina, anticoagulantes y, finalmente, Cefixima», informó.

Hoy permanece en casa, en reposo, tras quince días de aislamiento previo. No ha conseguido recuperarse completamente. Ahora, con el traje de sobreviviente de COVID-19, el desasosiego de encuentra intacto.
«Lo peor ha sido la incertidumbre de no saber cuáles secuelas ha dejado en ti. Ni siquiera, saber si tu inmunidad existe. Aclaro, sí eres inmune».
¿Qué hacer para no contagiarse dos veces?
La doctora cumplirá con las medidas de bioseguridad para evitar contagiarse por segunda vez. «Hasta el momento, existen casos reportados de reactivación del virus. Este es muy mutagénico, es decir, puede cambiar rápidamente», detalló.
«No poseer inmunidad puede hacerte susceptible a reinfectarte por la misma o por una sepa diferente, sin conocer con detalle la profundidad de las secuelas que causa, considerando que afecta múltiples órganos, sistemas, como el cardiovascular, dada la incidencia de infartos, accidentes cerebrovasculares, el efecto sobre sistema nervioso, hígado y riñón».
Las personas con afecciones médicas preexistentes, así como adultos mayores, poseen más probabilidades de enfermarse. Prieto sufre de hipertensión arterial.«Sigo restringiendo mis salidas y las de mis familiares a lo indispensable: provisión de alimentos, controles médicos, guardo distanciamiento social interno y externo», a fin de recaer.
Secreto piadoso
Explicó que es el respaldo de su núcleo familiar. «Soy el apoyo de mi familia; mis hijos son mejores de edad, siempre debo darles una imagen de fortaleza, hasta en los momentos más duros».
Apuntó: «por eso, soy tan estricta en el cumplimiento de las normas para evitar enfermedades, cualquiera que sea. En contraste, me cuido, pero a todo le pongo un poco de humor para suavizar el efecto».
La noticia de ser una afectada por el brote sería letal para su familia en Venezuela, prefirió no preocupar. «Opté por no comunicar a mi familia que está en otro país, al no poder verme se preocuparían más. Solo tres personas estaban al tanto de mi situación: una de mis hermanas, una colega, muy amiga, que vive aquí, y la presidenta del Colegio de Médicos de mi ciudad», mencionó.
Habló sobre la situación a medida que mejoró. «(…) en condiciones de estabilidad general, fui comentado, poco a poco, a mi familia y amigos para que supieran cuál es la realidad, cómo se vive el COVID-19. Hay quienes creen que es una gripecita cualquiera».

De acuerdo a la venezolana en España, que emigró hace 20 meses por persecución laboral, política, personal, y no pierde su sonrisa, «los protocolos de tratamiento médicos van cambiando con las experiencias científicas. Mientras, podemos guardar las normas: son bastante sencillas. No obstante, la inmunidad será posible al tener disponible una vacuna».
Redacción: García, Grisel (@burbujamedia_)
Edición: Villasmil, Henry
Gráficas: cortesía